...Junto a la ventana, en el rincón, se hizo visible un resplandor rojizo.... sangriento. Muy despacio, pero en forma contigua, la silueta de la Presencia fue perfilándose cada vez más, a medida que la sangre iba llenando la trama de la invisible entidad de las estrellas. Era una inmensidad de gelatina palpitante, húmeda y roja, una burbuja escarlata con miles de apéndices, unas bocas que se abrían y cerraban con horrible codicia... Era una cosa hinchada y obscena, un bulto sin cabeza, sin rostro, sin ojos, una especie de buche ávido, dotado de garras, que había brotado del cielo estelar. La sangre humana con la que se había nutrido revelaba ahora los contornos del comensal. No era espectáculo para presenciarlo un humano. Era un vampiro estelar, los vampiros estelares son unos horrores amorfos carentes de rostro cuya única facción reconocible es su enorme y pavorosa boca, repleta de afilados colmillos. Su cuerpo está repleto de unos musculosos tentáculos lo suficientemente fuertes para aplastar a un hombre y acabados en unas ventosas que utiliza para drenar la sangre de sus víctimas. Suelen permanecer invisibles y solo toman consistencia una vez que ya se han alimentado. El escritor estaba aterrorizado, pero el mostruo cuando lo vio solo se rio y desapareció misteriosamente dejando el cadaver del erudito en el suelo.
Aunque a Robert Harrison no le pasara nada este hecho lo marcó para siempre.
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